15.4.06

Taquicardia

Intuía que estaba e igualmente tenía la necesidad imperiosa de entrar, de ver, de experimentar la sensación. Apenas cruzó el umbral sintió la presencia, el corazón empezó a latir con fuerza, sabía que debía enfrentar la situación. En el camino hubieron distracciones que, sin embargo, no sirvieron para calmar el palpitante destino de lo inmanejable. Voces que sonaban, risas, vacío; sólo se concentró en encontrar la calma donde era inhayable y se volteó. Ahí estaban unos ojos que casi no se atrevió a mirar, luego fue una vorágine de sucesos automáticos, acercarse, saludar, reir, trivialidades, incoherencias, sólo una fachada. Hubiera bastado una mirada conocedora para descubrir todo lo que en realidad había adentro, para derribar ese mentiroso muro de apariencias. Pero era evidente que nadie estaba dispuesto a asumir el riesgo, porque en realidad no tenía sentido hacerlo. El ritmo aturdido del inicio se había convertido en un feroz contorsionismo interno. Se volvía inminente saborear la derrota, pero no era tan simple. Estar ahi desestabilizaba el mundo, lo sabía y lo usaba como amuleto, quizas porque siempre le gustó hacerlo. Sabía donde radicaba su poder, no dudó en usarlo. No sabría precisar si funcionó, los resultados siempre fueron confusos. Lo que sí supo es que necesitaba acabar con todo, aunque una fuerza poderosa lo impidiera. Finalmente fue la fugacidad de la convicción quien le ganó de mano y se escabuyó entre la gente, para no volver.

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