27.5.06

Recibiendo la primavera


Meknes, domingo 21 de mayo de 2006

En Meknes nos esperaba una gran sorpresa. Nos encontramos con nuestros anfitriones en un hotel, comme d'habitude, y los seguimos en auto hasta un barrio de las afueras. Meknes es chiquito pero muy pintoresco.

En fila india nos adentramos por un sendero, empezando a disfrutar del aroma a campo, los arboles y del verde que te invade la vista. Con lo que nos encontramos al final de nuestra caminata fue algo encantador: alfombras marrouies sobre el pasto, almohadones, sol, viento suave, gente conversando, todos sentados o recostados, disfrutando. De pronto se sintio un violin, luego un tambor que lo acompanaba, una panderete y mas tambores y mas violines... de pronto, alguien empezo a cantar, era una voz masculina, todos le respondieron. El ritmo era atrapante, no pude evitar acercarme, eran todos hombres sentados en ronda, como abstraidos en otro mundo. El repique de los tambores era cada vez mas intenso, algunos se pararon y empezaron a bailar agarrados de las manos, uno al lado del otro, balanceandose mientras cantaban. Me saque las sandalias y me inserte en su mundo, me tomaron de las manos y tambien baile, hasta intente seguir los estribillos. En ese momento Alä estaba entre nosotros, tambien bailando, porque todos lo invocaban, poraue era una fiesta en su honor, porque era el inicio de la primavera y habia que festejarlo. Seguiamos balanceandonos de un lado a otro, luego los tambores cesaron y nos quedamos con una energia en las manos capaz de mover el mundo. Me calce nuevamente y con el espiritu contento me fui a nuestra alfombra, me relaje, tomamos te a la menta, comimos con la mano, nos conocimos y partimos.

Nos aguardaba la medina, una medina de calles mas anchas que pudimos recorrer en un flamante carro tirado a caballo, era el comienzo del atardecer, la luz se volvia naranja y el aire mas fresco. Mientras avanzabamos dejabamos atras fotos maravillosas, muros centenarios, hombres en chilaba, gente abarrotada en las plazas, porque disfrutan de salir, de sentarse en algun espacio verde y no son diez, ni cincuenta; son cientos de personas atraidas por el ocaso.

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