18.5.06

Descubriendo el Maghreb


Casablanca, lunes 15 de Mayo de 2006

Partimos, tantos meses de espera llegaron a su fin casi sin darnos cuenta. La vorágine de los preparativos quizás no permitió que alcanzáramos a realizar la gran aventura en la que estábamos a punto de embarcarnos. Finalmente ante la sensación de oídos tapados, y la voz de "Bienvenidos al vuelo AR 2533 con destino a la ciudad de Buenos Aires", la partida era un hecho.

Nuestra corta estancia en Buenos Aires simplemente sirvió de trampolín hacia el viejo mundo. Cerca de la media noche, cafecito de por medio con la joven familia Pereyra, nos pusimos al tanto de las novedades. Y aunque la conversación se extendió mucho mas allá de los que nuestros cuerpos agotados permitían, siempre me llena de alegría volver a ver a mi hermano.

Pasajes en mano, con cara de sueño y gusto a desayuno de hotel subimos al avión; rogando que me tocara ventanilla. No solo mis plegarias no fueron sentidas sino que pareciera que algún santo me hubiera castigado por algún pecadillo cometido y me mandó derechito al medio del pasillo central desde el cual no se veía ni media nube.

Las horas interminables de vuelo intentaron ser superadas entre charlas, siestas, comidas, películas malas, truco, preparación de presentaciones y por supuesto mate. No hace falta remarcar que después de la décima hora en el avión darías tu vida por un masaje, una caminata o cualquier cosa que te permita estirar un poco los músculos entumecidos, cosa que intentamos lograr en medias por todos los medios disponibles. Imagino habrá sido un lindo espectáculo ver al sector femenino de IGE en pleno pasillo, en una clase colectiva de stretching, revoleando brazos y piernas para todos los lugares posibles ante la mirada desconcertada de los pasajeros de la zona.

Tras 11 horas y medio de vuelo, aterrizamos en Barajas (Madrid). Como explicar la belleza de ese aeropuerto, un techo de serpentinas ondulantes que se divierten y juegan con los colores a lo largo de interminables pasillos. Con mucha más cara de sueño que el día anterior, tras una lavada de cara, dientes, puesta de uniformes y altercado con la cajera de un bar, volvimos al aire, ahora sí con vista aérea del paisaje. De Barajas a Casablanca, sólo una hora y pico de vuelo.

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