13.6.06

De marroquí… nada


Agadir, martes 6 de junio 2006
Agadir fue una ciudad portuguesa destruida en su totalidad por un terremoto en 1960 y que se reconstruyó de cero con un estilo mucho más occidental. Orientada sobre todo a los turistas, tiene un hotel al lado de otro, negocios y bares que hacen que uno se sienta más en Miami que en el Mahgreb. Lo más lindo de esta ciudad es la playa, arena fina, agua con buena temperatura, tranquilidad y un clima que se mantiene estable todo el año.

Almorzamos en el mercado con un par de españoles que conocimos en la visita rotaria a una escuela, la comida y la charla estuvieron agradables. Con la panza llena nos fuimos a broncear nuestros cuerpitos gentiles a la playa más cercana y aprovechamos para recuperar las energías; ya que luego de tanta corrida mi cuerpo necesitaba un merecido descanso. Después de la reunión rotaria prevista en un mega hotel cuatro mil estrellas, cenamos con el grupo de españoles en un restaurantito italiano y la pasamos de lujo.

Charlando con Leire (la profe española) nos enteramos que la homosexualidad, al menos en Agadir, es moneda corriente. Los hombres mantienen relaciones con otros hombres, pero si uno les pregunta ellos no se consideran gays, sino que consideran que dado el contexto no queda otra opción. También se prostituyen sobre todo con turistas porque les permite ganar el sueldo de un mes en un solo día. La prostitución no excluye a las mujeres que lo hacen no sólo por dinero sino que también por entrar en un hotel caro, por una cena paqueta, por los papeles o pensando que es una puerta de salida hacia la codiciada Europa.

La visión que da Agadir es absolutamente contradictoria. Ciudad islámica que alberga a mujeres tapadas que caminan junto a mujeres semidesnudas, hombres que se prostituyen para acceder a una vida menos dura, jóvenes que como muchos de nosotros piensan que la salvación está afuera.

A diferencia de la mayoría del grupo, Agadir a mi me pareció “ni”.

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