12.6.06

El descenso


Safi, jueves 2 de junio 2006

Partimos muy temprano hacia la capital de la sardina: Safi, junto a Houssin que se sumaba a nuestra travesía al sur.


Almorzamos en casa de un rotario. Nos recibieron muy amablemente y no es casual que uno se sienta más a gusto entre gente de las ciudades más chicas. Nos sacamos los zapatos, nos sentamos en el salón marroquí y de pronto entraron dos personas con un gran plato de plata con una tapa en punta; era el cous-cous. La cocina marroquí se presenta generalmente en un gran plato y todo el mundo come directamente de ahí o se sirve en el suyo. En principio el cous-cous se come con la mano, el procedimiento sería el siguiente: se toma una porción de la fuente que entre en la palma y se lo empieza a amasar con movimientos circulares hasta formar una bola; luego se la come. El tema se pone áspero cuando alguno de los anfitriones te ofrece una bola hecha por él (sin palabras), no queda otra más que tratar de dejar la mente en blanco, comerlo y devolver la cortesía con una sonrisa; no hay manera de decir “no gracias”.


Algo que me llama la atención de las casas de los marroquíes es el tamaño. La mayoría son excesivamente grandes y mucho más preparadas para recibir gente que para ser unidades funcionales. Esta por ejemplo, tenía tres salones marroquíes rodeados de sillones, dos cocinas, habitaciones enormes, numerosos baños, otro salón marroquí para ver tele, más habitaciones y un espacio dedicado al jardín es casi nulo. El tema es que si bien esta era la casa de una familia adinerada, aquellas de menos recursos siguen manteniendo al menos un salón marroquí y otro occidental.


Con toda la fiaca de la siesta entramos en una fábrica de sardinas, propiedad de un rotario (obvio); y salimos con un combo de olor a pescado y caja conteniendo 25 latas de sardinas para cada uno. Safi en los ’60 fue el 1º exportador mundial de sardinas. Las latas en nuestra propiedad serían a futuro utilizadas como forma de pago a cuidadores de autos, guías y cualquier otro tipo de servicio que no estuviera registrado de forma legal.

Como Safi también es conocida por la cerámica, nos fuimos a ver una fábrica. Me pareció de menos calidad que la de Fes así que no compré nada. Con la tarde encima nos fuimos a conocer un castillo portugués, ahora museo; con una vista encantadora de la ciudad y de la costa, entre cañones y muros que te transportan a la edad media. Salimos con el tiempo justo para bañarnos y volver a salir, ahora a cenar en un restaurantito muy pintoresco. A esta altura de la noche mi cuerpo ya pedía un recreo y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantenerme despierta en la presentación rotaria. La cena y la charla animada me devolvieron un poco de energías. Afortunadamente partimos temprano hacia el hotel (lindo, lindo) que finalmente no pudimos aprovechar.

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