12.6.06

¿Querés desierto? ¡Tomá desierto!


El Gran Atlas, lunes 5 de junio 2006
Hoy ya me fue casi imposible levantarme y el solo hecho de pensar que teníamos todo un día de ruta por delante me potenciaba el agotamiento. El objetivo del día era llegar a Beni Mellal a las 6 de la tarde porque nos esperaba un club rotario. Para no hacer el mismo camino de montaña que exigía más concentración, tomamos otro más largo pero que en principio sería más fácil.

Hasta el momento llevamos recorridos 3.400 km que no representan la misma cantidad de horas sino muchísimas más porque las posibilidades de andar a 100 km por hora en esta parte del país son muy reducidas.

Debo confesar que mi idea de desierto implicaba dunas doradas y camellos, idea que comprobé no coincide necesariamente con la de los marroquíes. Como estábamos bastante insistentes con el tema de ver el Sahara, Houssin tomó la decisión de llevarnos hacia Ouarzazate. Sin embargo, al llegar a destino descubrimos que las dunas (“nuestra idea de Sahara”) quedaban como a cuatro horas más de ruta hacia el sur y que sólo se podía ir en 4x4. Por otro lado, como teníamos que llegar sí o sí a Beni Mellal que quedaba para el otro lado, no quedó otra más que guardar las ganas en el bolsillo y dejarlas para la próxima visita; porque además, a criterio marroquí, estábamos en el desierto!

Un desierto muy similar a la puna jujeña, vasto inabarcable, pero sin cactus. Avanzábamos por una ruta secundaria y de pronto sólo estábamos nosotros, la ruta, la inmensidad y una sensación de insignificancia humana absoluta. ¡Esto era el Sahara y no macana! Perdiendo la mirada en el infinito era fácil visualizar las caravanas de nómades atravesándolo, avanzando lentamente bajo el sol ardiente.

De pronto nos desviamos y pasamos al lado de un oasis; son tal cual uno se los imagina, un manchón verde exuberante en el medio de la nada. Terminamos en la Garganta de Todra, una formación rocosa espectacular con muros que se elevan unos 150 metros hacia el cielo. Nos bajamos, nos sentamos en el piso y nos hicimos unos sanguchitos de sardinas regaladas que comimos a las chapas porque estábamos atrasadísimos.

Volvimos a nuestro camino, al rojizo Sahara meridional. Yo iba fascinada con media cabeza fuera de la ventana, intentando abarcar todo lo que mis sentidos me permitieran. De pronto, se levantó una tormenta de arena, el horizonte se perdió en una cortina amarilla y al instante nosotros la estábamos atravesando.
Abandonamos el Gran Atlas para entrar en el Atlas Medio; empezaba a anochecer y el sol naranja le daba una luminosidad resplandeciente a los campos de trigo. El camino zigzagueaba por la montaña y nos obligaba a avanzar lentamente. Llegamos a Beni Mellal recién a las ocho y media de la noche totalmente exhaustos. En el hotel nos esperaban para cenar. Nos bañamos lo más rápido que pudimos y tuvimos nuestra cena rotaria de rigor, por suerte fue agradable y entusiasta.

No hay comentarios: