12.6.06

La ciudad sede del movimiento hippie



Essaouira, viernes 3 de junio 2006
Essaouira me pareció hermosa, playa enorme y de arena fina, una medina amurallada, relajada, con más europeos caminando por la calle que en la misma Europa, pero que le dan a la ciudad una aire más turístico.

Almorzamos en el puerto con los rotarios del lugar y nos fuimos a acomodar al hotel. Ubicado dentro de un callejón semioscuro de la medina al que sólo se logra acceder a pie, el hotelito nos pareció una preciosura. Salimos a pasear. Cada lugar tiene su encanto, cada medina te atrapa y te hipnotiza, cada vendedor te invita a pasar dispuesto a venderte algo a toda costa. Ni los ojos ni el dinero te alcanzan para abarcar todo; es fascinante entrar y ver, charlar, negociar y partir de nuevo. Mientras caminaba por entre los socos me sentí inclinada hacia uno que vendía “chichas” (Narguiles), me acerqué empecé a preguntar precios y terminé fumando con el dueño un tabaco saborizado espectacular, de esos que no probaba desde Canadá y me fui después de un par de pitadas con las manos vacías muy a pesar del vendedor.

Con el atardecer partimos a la playa, metimos los piecitos en el atlántico, caminamos y yo me dejé llevar por la sensación que me producía ese instante en que el sol baja rápidamente, las olas se rompen y te empujan un poquito y el viento salado te roza, despacito, para que todo se mantenga en perfecta armonía.

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